Aprovechando que gozaba de la más absoluta compañía que yo misma y mi libro, disfruté cada segundo de él. Tanto fue así que lo que se había convertido en largas y amenas horas tumbada en la hamaca a la orilla del mar y tomando el sol mientras me sumergía en la narrativa, duró menos de lo que hubiese querido. De modo que tuve que enfrentarme a algo nuevo para mí hasta entonces: comprarme un libro nuevo. Puedo parecer una ignorante diciendo esto, pero lo cierto es que nunca antes había partido de mi misma el hecho de ir a una librería y recorrerme estantería por estantería ojeando las contraportadas de los aquellos libros cuyos títulos me llamaban la atención hasta que finalmente me decidiese por uno. Los libros que tengo en mi casa son en un cincuenta por ciento regalados por alguna ocasión especial. La otra mitad se divide entre aquellos que heredo de mi madre y los que he comprado por recomendación de alguien.
Y ahí estoy yo delante de dos pilas de libros del estanco del pueblo y sin saber que hacer. Es curioso como algo repleto de palabras puede carecer de sentido y resultar un cuaderno en blanco. El secreto de los libros reside en leerlos y descubrir qué esconden sus páginas, ¿pero cómo se cual elegir? Pura intuición. De modo que salí de aquel diminuto local con una nueva aventura entre mis manos:
"El tango de la guardia vieja", una historia de amor, intriga y traiciones.... decía la contraportada.
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